El capitalismo agresivo sin reglas ni ética es un sistema que amenaza a la sociedad a escala mundial. No hay duda de que los imperios y los países se están derrumbando como un montón de cartas, como Grecia y Europa, que muy probablemente serán los principales ejemplos históricos del fin del capitalismo tal y como lo conocemos.
El capitalismo positivamente agresivo, siendo una economía que se beneficia a través del único propósito del beneficio ¡ha llegado a su lento final! Ha alcanzado gradualmente una forma "equilibrada" del antiguo; se ha reformado esencialmente en un "nuevo capitalismo moral". Los cimientos de este capitalismo se basan en los principios del desarrollo sostenible, que son la eficacia económica, la protección del medio ambiente y la cohesión social.
En esta forma de capitalismo, debería hacerse hincapié en la "economía pragmática" o lo que se denomina la economía de las empresas que producen valor real, invierten en sociedades innovadoras y en el medio ambiente. Respectivamente, también debería hacerse hincapié en la racionalización del sector público junto con el sistema político y la corrupción, ya que lo que estamos viviendo actualmente es el resultado de años de irracionalidad, y nuestros hijos y las generaciones futuras pagarán el precio.
El hecho es que el liberalismo, predominantemente a través del capitalismo agresivo, no se autorreguló, ¡como muchos quizás pensaban que haría! Así pues, esto condujo inevitablemente a la codicia y a la acumulación de riqueza y a grandes desigualdades entre los que obtenían grandes beneficios y los que resultaban en pérdidas sustanciales. En retrospectiva a la "economía pragmática", a la productividad, a la regulación eficaz del mercado financiero y al castigo ejemplar de los pocos cuya codicia creó una serie de problemas, queda claro que muchos no tienen la culpa. A su vez, ¡esto demuestra que la intervención de los gobiernos necesita medida y equilibrio para hacer frente al problema de la corrupción! Los gobiernos deberían ser capaces de establecer normas suficientes y eficaces en colaboración con los organismos pertinentes, a nivel internacional, para crear normalidad y un desarrollo sostenible.
Además de los gobiernos, es hora de que todas las empresas contribuyan a un desarrollo sostenible ejerciendo su Responsabilidad Social y Medioambiental y ganándose la confianza de sus clientes, empleados y de la sociedad en general. Es hora de que las empresas inviertan en materialidad y no en maniobras de marketing, como invertir 90% de sus programas presupuestarios de RSE en empresas de comunicación. Además, hoy más que nunca la responsabilidad de cualquier empresa, así como de todo nuestro país, se juzga por lo que realmente se hace, ¡no por lo que se dice!
En particular para el sector bancario, sugeriría que fueran más allá del patrocinio y las donaciones, que se cree que curan la RSC y los objetivos de "bien común", sino que empiecen a comprometerse y dedicarse a un servicio eficaz al cliente y, lo que es más importante, a evaluar con nuevos criterios a las familias y PYME endeudadas. Esta alteración ayudaría a evitar que tanto ellos mismos como la sociedad en su conjunto se vieran perjudicados por consecuencias posteriores, como la quiebra. Por lo tanto, los bancos deberían aplicar de forma coherente los principios del préstamo responsable y evitar a aquellos que contribuyeron a las consecuencias negativas a las que nos enfrentamos actualmente. El capitalismo moral ya está aquí, aunque la mayoría de nosotros aún no lo entendamos.