El cambio climático es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la comunidad internacional. emisiones de gases de efecto invernadero (Gases de Efecto Invernadero-GHG) en la atmósfera se consideran el principal factor causante. Aparte de los compromisos internacionales (Río, Protocolo de Kioto) y los esfuerzos nacionales para reducir las emisiones, las organizaciones y las empresas también pueden desempeñar un papel activo en la lucha contra el cambio climático. Esto no es lo que los ciudadanos / consumidores, que conceden gran importancia a este aspecto medioambiental, exigen a las empresas y esperan resultados concretos que lo demuestren. La medición de la huella de carbono es ya una práctica habitual en muchas organizaciones de todo el mundo, y suele ir acompañada de una estrategia específica sobre el cambio climático.
En cualquier caso, se considera una declaración medioambiental, lo que significa que las empresas transmiten a los consumidores un mensaje de protección del medio ambiente, pero es más que eso. Varios modelos de cálculo de la huella de carbono obligan a las empresas a desarrollar planes para reducir la huella de los productos a lo largo del tiempo. Estas acciones pueden referirse a cambios en el consumo de energía, uso de nuevas tecnologías respetuosas con el medio ambiente, cambios en el embalaje de los productos, uso de materias primas con menos necesidades de transporte (énfasis en los proveedores locales), lo que se traduce en la reducción a largo plazo de la huella de carbono y, por tanto, es beneficioso para el medio ambiente. La huella de carbono y la Estrategia de Carbono en general no son sólo marketing, sino que también aportan beneficios sustanciales a la sociedad, y muchas empresas han empezado a darse cuenta de la importancia de esta interacción con los consumidores.
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